lunes, 26 de mayo de 2008

Desde mi corazón


Desde Mi Corazón, es una novela en la que se mezclan las experiencias que la autora ha ido viviendo a lo largo de su vida, en distintos países, mezclando personajes de ficción como Naomí y Víctor, con otros tan reales que todavía hoy, siguen presentes en su mente.
Así se va desarrollando ante los ojos del lector, la idea de libertad y de respeto por el ser humano y la naturaleza, de la manera más fidedigna posible a lo que la autora recibió y aprendió.
La novela nos introduce al mundo iniciático del Tarot Egipcio, nos habla de las poco conocidas tribus de hombres voladores de Haití, nos descubre parte de la magia de Perú y del mensaje del Indígena Americano al nuevo hombre blanco, explicando el porqué de los rituales del Tabaco, en que consiste la rueda de Curación, así como el uso de herramientas Mágicas, entre otras muchas cosas.
La novela será un viaje iniciático para el lector, así como lo fue en su día para la autora. Es un canto de esperanza al nuevo hombre y a la supervivencia de la Tierra.
Helen Flix


Prólogo


Gaspar Coll i Rosell
Profesor de Historia de la Universidad de Barcelona

Hay un momento que las personas necesitamos hacer un alto en nuestra trayectoria vital. Se nos impone una desaceleración en lo que creemos nuestras libres opciones de vida, cuando en realidad éstas no son más que huidas hacia adelante. Hay encrucijadas oportunas para la reflexión y el encuentro con uno mismo, donde se toma conciencia de los olvidos hacia el respeto propio y de lo estériles que han sido un sin fin de renuncias a participar, a involucrarse en la existencia, absurdamente antes de haber alcanzado nada; ningún objetivo creador, ni tan siquiera partícipe de acciones positivas ajenas.

Existe un momento en nuestras vidas que pedimos ayuda a gritos, a menudo sin saberlo, mas allá de la conciencia, pero con imperante desesperación.
Esto ocurre cuando descubrimos que todo lo que hemos aprendido desde nuestra infancia y adolescencia, que todas nuestras obras y logros, incluso las mejores, las hemos vivido hacia afuera, en la ignorancia de un auténtico aprendizaje y crecimiento interior, en la indiferencia ante la complicidad ajena, sin sabernos partícipes de una energía universal que nos une a los otros seres, nuestros hermanos y hermanas, todos juntos en el territorio común que es la “madre naturaleza”.

Este cambio, esta toma de conciencia, casi nunca ocurre porque sí, solo porque sea oportuno o acuciante para nuestro equilibrio; ocurre cuando alguien o álguienes se cruzan en nuestro camino, aparentemente por casualidad, a veces recibidos como inoportunos, pero siempre en un papel catalizador o revulsivo.

De estas cosas y algunas más, de este momento especial en cada una de nuestras vidas, de sus consecuencias, de nuestra atención o no a la llamada, nos habla ese nuevo libro de Helen Flix: Desde mi corazón.

Narrado en clave de doble biografía, de vidas entrecruzadas que se complementan y se ignoran a la vez, narrando - quien sabe si- las propias experiencias como si fueran ficción, convertidas en encarnaciones duales de la unicidad que somos todos, mezclando lo potencial de toda vivencia con lo real de todo sueño o anhelo, Helen Flix nos ofrece en esta “novela” lo mejor de si misma, con honestidad y sinceridad autocrítica, con veracidad descarnada y a la vez sensible, respetuosa; con un punto de alegre ironía. Todo con el pudor de ir a lo esencial y no perderse en la anécdota, con la generosidad de querer compartir con el lector las “lecciones” del caminante, quizás torpe pero osado, emprendedor, valiente.

El relato es una puerta abierta al “conocimiento”, a la senda de sabiduría que una vez emprendida no tiene retorno. Es también una ventana a realidades ultra sensoriales que nos pueden conectar con lo eterno, con nuestro ser esencial que trasciende el llamado “tiempo real”, con la energía cósmica que se focaliza en puntos luminiscentes cuando se individualiza en cada uno de nosotros. Es un apunte de auténtica Cosmogonía, pero sin alardes ni voluntad de pontificar, ni de predicar ninguna Teodicea. Todo lo contrario, se parte de lo real en aquello que es natural, de lo físico y cotidiano, de lo que es común a los seres humanos que quieren respetarse, comunicarse, quizás amarse... Sabiéndose cómplices de una suma de destinos que tienen una razón común de existir: aceptar cada uno plenamente con responsabilidad y gratitud su propia “misión”, su karma, para construir de manera individual y colectivamente un mundo en paz y plena armonía, quizás espejo inmanente de la idea cósmica de perfección.

Helen Flix alcanza lo más profundo desde lo llano, con gran naturalidad y capacidad de comunicación, que se vive a través de sus principales personajes y sus tiempos y lugares distintos: con la escritora Naomi Esteve y Victor su ignoto corrector, desde sus vidas entrecruzadas casi siempre a destiempo, en actitudes asimétricas pero que se conectan al final, en el momento oportuno, cuando se otorgan mutuamente dones esenciales; con el “niño” Juan, compañero de iniciaciones de Naomi y futuro chaman, símbolo de la alegría de aprender en comunión con el propio entorno; con las enseñanzas de Amaru, Tlahtaoni y el resto de los “ancianos indígenas”, que nos hacen aprender desde una lección de auténtica humildad el reconocimiento de la diversidad y el sin sentido de todo etnocentrismo; con la dureza edificante y revulsiva de la “Woman medicine”; con la dignidad y amor entregado –casi auto destructivo pero fructífero- de la bella Tahiri. Todo ello narrado utilizando un lenguaje fresco y dinámico, donde la trama y el desarrollo subyacen por debajo de cada una de las vivencias contadas; experiencias todas de gran fuerza e impacto emocional, de gran trascendencia pedagógica.

Los amigos que, como yo, conocemos a Helen desde hace años, que recibimos a menudo sus consejos terapéuticos y participamos de sus enseñanzas, reconoceremos en estas páginas mucho de lo que la autora nos ha dado y sigue aportando. Podremos constatar en la narración la coherencia vital de muchos predicamentos pero con un “cambio de enfoque” en el guión, desde un cierto quiebro en el ángulo de visión digno de la reconocida imaginación y capacidad de fabulación de la autora, acreditadas en sus anteriores libros. Aquí, Helen Flix no discursa desde su posición de terapeuta, psicóloga o maestra; aquí la narración se hace más creíble porque se adopta el punto de vista del que se sabe aprendiz, del que recibe las enseñanzas de los “más sabios”, en potencia cualquier ser humano, del que accede al conocimiento partiendo de uno mismo, del que sabe que todo auténtico saber parte de un compromiso personal con la vida, entendida como un don que interacciona con el prójimo y lo natural.

En Desde mi corazón se “desnudan” los personajes y nos ofrecen la posibilidad de cotejar sus vidas con las nuestras. Podemos aprender mucho leyendo lo que nos cuentan: quizás se nos ofrezca una matriz para aprender a leer en nuestra propia vida.

Gaspar Coll i Rosell
Historiador del Arte
Profesor de la Universitat de Barcelona



Fragmento del capítulo III
Recuerdo que estaba leyendo el cuarto capítulo del famoso libro de J.J. Benitez, El Caballo de Troya y me sentía feliz, por fin alguien daba una visión de Jesús de Nazaret que me gustaba más que la tradicional, no podía creer en religiones manipuladoras y castrantes de la moral y la conducta. Siempre pensé que cada individuo debía ser su propio templo, y el amor y la paz, la unión común entre todos los hombres. No encontraba justificación a las guerras genocidas, por muy santas o territoriales que fueran. Nadie debía matar a otro ser humano en nombre de Dios, pues menudo Dios era el que aceptaba la muerte, si no había una rendición incondicional del hombre ante su culto.
Había dejado a un lado teorías racionalistas a través de las cuales intentaba demostrar que Dios era una ilusión y un invento para dar consuelo o limitar, un arma de manipulación en manos del poder; y estudiando distintos cultos y diferentes iglesias, había topado con algo que me inducía a buscar por otros lados, sentía que debía girar mis ojos y mi mente hacía mi interior, pero no sabía como hacerlo.
Y esa mañana de verano, saliendo del Agente de Aduanas, preparando un envío de material para un país de Sudamérica me encontré con mi “Chamán”.
Le acompañaba un amigo común a quien él había recurrido, la intuición a través de los sueños le ofrecían mi imagen, el país y la ciudad, pero ya no sabía por dónde buscar, y una vez más sus dotes le condujeron hasta mi amigo Juan, el Psicólogo. Él le conoció en una reunión en la que Tlahtoani, el Chamán, les hablaba de los poderes curativos de la mente y de la imposición de manos, Tlahtoani nada más verle le dijo que lo había soñado en repetidas ocasiones como puente para encontrar a un alma que sus ancestros deseaban localizar.
Juan absolutamente impresionado por la pureza y la ingenuidad que desprendía ese buen hombre le ayudó en sus pesquisas. Esa bella mañana de verano me encontraron en plena calle Mallorca a la altura de la calle Lauria. Al verme el buen hombre cogió mis manos y las besó, yo reaccioné retirándolas despacio de entre las suyas, me sentía absolutamente abrumada. Juan me contó lo ocurrido unos días antes, y lo divertido que le había resultado mi cara de sorpresa.
- ¿No decías que no volverías a creer en nada ni en nadie, si no aparecía un Maestro?, pues aquí lo tienes. No pidas pues se te puede dar.- Soltó una gran carcajada.
No podía salir de mi asombro, les rogué que entráramos en alguna cafetería y habláramos como personas adultas y racionales.
Ya sentados y frente a tres botellas de agua mineral pues con el calor no apetecía ningún refresco dulce, el que luego sería mi Maestro se explicó lentamente:
- En mis sueños has aparecido más de cinco veces, consulté con el espíritu de la sabiduría y me dijo que debía buscarte pues tu hace ya mucho... -Reflexionó Tlahtoani- abriste algunos canales de energía sutiles en las antiguas moradas donde habitaban hermanos de piel oscura que construían pirámides, viajaste a templos Mayas y a la Selva y después lo dejaste todo por falta de perseverancia. Ahora esas energías te están dañando y yo debo ayudarte a devolverlas a su cauce, después tú decidirás si deseas seguir adelante o bien prefieres continuar ignorante, de espaldas a la verdad y a la luz que ya has visto.
Creí comprender lo que me decía. Era cierto que últimamente tenía serios desajustes hormonales, había duplicado mi peso y mi entorno era ligeramente caótico.
Dudé unos breves instantes, ¿por qué no?, hacía tiempo que no vivía ninguna aventura curiosa, me lancé a ello.
-¿Qué proponéis que haga?.
El indio cambio el rictus de la cara con un movimiento casi imperceptible, su rostro era inescrutable, pero por unos segundos se torno dulce, paternal.
- No dudes de tu inteligencia ni por un momento. A partir de ahora debes hacer lo que te ordene sin cuestionar nada. Esta noche sólo debes tomar zumos de fruta y mañana te espero en la clínica del amigo Juan, mi voz me confirma que allí tiene bañeras de hidromasaje y una sauna.
Asombrado mi amigo le respondió.
- Sí, tengo bañeras y sauna. ¿A qué hora estaréis allí?.
- Pronto, a las 6 de la mañana. Okey.
- Si, por qué no.- Respondí yo atónita y algo intrigada ante la situación.
Nos despedimos sin más, como tres amigos que han estado hablando del tiempo. No cené y me levanté a las cinco de la madrugada. Me duché, cogí un bañador y una toalla, me despedí de mi hijo que dormía en su cuna y de mi esposo.
Cuando llegué, el Maestro ya estaba allí, Juan se retrasó, pidió disculpas muy apurado, pero era un hábito en él llegar tarde a todas partes, así que no le dijimos nada.
Tlahtoani, entró en dirección a los baños. Se movía por el interior del centro de mi amigo como si lo conociera milímetro a milímetro, no abrió ni una puerta errónea, fue directo al lugar que él buscaba. Llenó una de las bañeras con agua templada y salió, autoritariamente ordenó a Juan que encendiera la sauna pues debía estar lista para después...En cambio se dirigió a mi con gran dulzura en la voz, me rogó que me desnudara y me sumergiera en el baño.
Yo resuelta, salí de los vestidores cubierta con el bañador. Muy serio resopló, musitó algo mirando al cielo y con tono paciente me dijo que no debía cubrir mi cuerpo con tela, él era el Maestro y debía bautizarme como a un niño recién nacido, pues así debía encontrarme con las energías del Universo. Avergonzada, le pedí que saliera del baño, me desnudé y entré en el agua, cuando el volvió a entrar sentí que me moría de vergüenza, lo peor fue cuando comenzó a cantar unos salmos en un idioma que por aquel entonces yo desconocía.
Cogió mi largo pelo sumergiéndome dentro del agua la cabeza y el cuerpo, mi mente voló, me aterroricé. Pensé que había caído en manos de un loco y que yo estaba todavía más loca por estar allí, decidí que cuando pudiera sacar la cabeza de debajo del agua, saldría corriendo.
Tlahtoani siguió impasible apretando cada uno de los puntos corporales donde supuestamente se localizan nuestros centros energéticos, los hindúes les llaman chakras (las siete ruedas energéticas que contiene nuestro cuerpo físico y que de alguna manera nos unen al Universo). Si alguna de estas ruedas está sucia u obturada priva la libre circulación de la energía por nuestro cuerpo y enfermamos, porque perdemos el leve equilibrio que existe entre nuestro cuerpo físico y la energía del Universo. Pues bien, él estaba dispuesto a volverlos a alinear y que los dos puntos que el diagnosticaba como obstruidos latieran correctamente con el pulso del Cosmos.
Me ahogó repetidas veces y manipuló mi cuerpo con fuerza, por fin después de preguntarme muchas veces "que hacía una chica como yo metida en esos líos", me tranquilicé y fue desapareciendo la vergüenza de mostrarme desnuda a sus ojos y a la vez que dejaba de ofrecer resistencia, una gran sensación de paz me embargó. Cuando terminaron sus oraciones y sus fuertes y dolorosas presiones, me pidió que me cubriera con la toalla y entráramos en la sauna.
Esparció unas hierbas en el suelo, nos sentamos y me rogó que repitiera unas palabras que él iba pronunciando a lo largo de una canción que fue salmodiando para mí. La sensación de paz fue enorme, supongo que me sentía más segura tapada por la toalla, después me indicó que fuera visualizando distintos colores mientras seguíamos repitiendo los sonidos que me había enseñado y de nuevo experimenté lo que ya conocía como Viaje Astral.
Mi cuerpo energético se desplazó dejando mi cuerpo físico en la sauna y mi otro yo, sumergido en espirales de colores, unas veces rojas, otras naranja, otras verdes, otras amarillas, otras azules, otras violetas y por fin doradas que poco a poco fueron sumándose unas encima de otras hasta convertirse en un blanco resplandeciente y etéreo.
Los cantos cesaron y como si me hubieran dado un fuerte mazazo, volvía a la realidad sintiendo la potente y desagradable succión del cuerpo físico sobre el energético; sin darme mucho tiempo a reaccionar, me sacó de la sauna, me hizo beber agua, y muy serio me reprendió.
- No estas todavía preparada para la sagrada prueba, ahora ya he cumplido mi misión, tú debes decidir. Has de estar un tiempo sin que nadie te pase energía ni tu debes pasarla, tu nueva vibración ha de adaptarse a tu cuerpo físico antes de que puedas hacer experimentos nuevos o curar a nadie.
- Yo no deseo curar a nadie y ahora no trabajo de Psicóloga, ni de parapsicóloga, ni de psíquica, lo dejé hace un tiempo. Le respondí muy seria y algo agobiada.
Impasible Tlahtoani continuó con su retórica:
- Pero ahora tu camino ya esta trazado y encontrarás a viejas amistades, recuerda no debes interferir o no habrá servido de nada esto. Tú y yo volveremos a encontrarnos por que tu espíritu te guiará hasta el camino. No importa los círculos que debas dar pero volverás al centro de la espiral. Pronto nos veremos, mi amor estará siempre contigo.
Me besó la mejilla, se dirigió a la puerta y se fue, Juan y yo alucinábamos. Pensé que era mejor olvidarlo, locos hay en todas partes y me daba vergüenza contar semejante tomadura de pelo. Pasó el tiempo, el justo. En Diciembre yo viajaba rumbo a Venezuela, a entrevistar a un Jefe indio de una
tribu muy especial, los guardianes del espíritu de la Madre Tierra.....


Fragmento del Capítulo VII
El aire nocturno acariciaba mi rostro en el pórtico de la casita, intentaba poner algo de orden en mi mente y comprender lo que me estaba ocurriendo. Otras veces me había encontrado en situaciones parecidas, pero con la única diferencia de que yo andaba buscando vivir experiencias excepcionales o bien comprender las facultades y las enseñanzas que habían desarrollado otras culturas, otras civilizaciones siglos atrás, como la egipcia por ejemplo.
Recordé Egipto, todo el equipo que fuimos allí, los aprendizajes, los buenos y malos ratos. Pero aquí había venido aún no sabía muy bien porqué, sola, sin conocer a nadie más que a ese "loco" tal vez Chamán llamado Tlahtoani, en que lío me estaba metiendo. Me di cuenta lo poco que me satisfacía mi vida actual, mi marido, con el que pocas cosas teníamos en común, excepto mis dos hijos y si era sincera, ni eso compartíamos... ¿qué podían aportarme esas nuevas enseñanzas?, ¿qué iba buscando yo?, ¿qué deseaban ellos de mi?
Sumida en mis pensamientos y muy agotada físicamente, no me di cuenta de la presencia de mi amigo Tlahtoani.
-¡Hola pequeña estúpida niña blanca!, un bolívar por tus pensamientos.
Me sobresalté y con desgana miré a la figura que estaba de pie frente a mí.
-¡Hola! yo también daría un bolívar por "aclarar" mis pensamientos. ¿Sabes? tengo miedo.
El se sentó a mi lado en actitud sabia, cerró sus manos entrecruzando sus dedos y en voz profunda y calmada se dirigió a mí.
-Creo que ha llegado el momento de que te ayude a ordenar tus pensamientos y tus emociones. Has venido aquí porque necesitabas huir de tus realidades, también te ayudó a venir el haber comenzado hace ya mucho tiempo un camino, en ese camino nos podemos detener a descansar pero como todo caminante, después del descanso, aparece de nuevo la necesidad de llegar a nuestro destino. A ti te ha llegado el momento de comprender todo lo que has ido aprendiendo a lo largo del camino, para luego saber qué debes hacer con todo ese equipaje.
Creí entender lo que me estaba diciendo. Si, era cierto que hacía tiempo me preguntaba qué sentido habían tenido las aventuras vividas en Egipto, en Sudamérica y en Estados Unidos y en otros lugares del planeta. ¿De que me servía tanto conocimiento?. Pensé: "Soy una biblioteca con piernas y ¿para qué?. No me hace más feliz, ni me hace mejor, ¿y esto? para que me sirve conocer plantas, rituales,... yo solo venía a una entrevista y a recoger un mensaje para los dirigentes del Planeta o para sus habitantes, nada más".
Le miré durante unos instantes deseaba saber si le estaba defraudando o si realmente deseaba ayudarme, como era lógico en un hombre sabio, su rostro no reflejó nada más que una gran paz hacia mi, hacia todo, insegura seguí hablándole.
-Si me visto con plumas, hago sonar el sonajero o toco el tambor, nadie me escuchará, y yo me sentiré ridícula o lo que es peor para mi, una estafadora, si no soy indígena, no puedo comportarme como tal, no tiene sentido que me enseñéis a ser como vosotros, si nunca me mostraré como tal, ni tampoco los blancos me verán como indígena, soy blanca, descaradamente blanca y occidental.
Las facciones indias de Tlahtoani quedaban muy resaltadas al reír, cogió mis manos entre las suyas y me dijo.
-Recapacita amiga mía, si tú vuelves a ser Natural, una de nosotros, si tú eres capaz de comprender el Espíritu Indígena, el espíritu del conocimiento de la Madre Tierra, podrás encontrar las palabras "sabias" que tus hermanos los blancos, los muy occidentales puedan comprender. Hizo una breve pausa, en la que siguió acariciando mis manos.
>>Vamos a razonar, ¿has comprendido en tu corazón las enseñanzas Budistas?
Esperó mi respuesta, yo dudé unos instantes antes de responder.
-Creo que si, pero no soy Budista.
El siguió con el hilo de su razonamiento: -No eres Budista, pero sabes que esas enseñanzas pueden irles bien a tus congéneres y sin seguir la religión vivir mejor, en paz. Sin dejarme responder prosiguió:
>>Se que conoces el tantrismo y también la Kabbalah judía, ¿utilizas algo de esas enseñanzas?.
Creí entender a donde querían dirigirme sus razonamientos y con seguridad respondí.
-Si, utilizo aquello que estoy convencida de su utilidad para mejorar mi vida.
Y como si él ya supiera que había comprendido, señalándome con un dedo al corazón me dijo.
-Utilizas de cada cultura lo útil, lo beneficioso, lo estimulante, lo armonizador, pero no sigues a nadie ciegamente, estás cumpliendo con la profecía de las cuatro raíces que nos darán al hombre marrón, se tú, una de las semillas de ese hermano marrón.
Mi cara reflejó sorpresa y recordé el cuento del árbol y las cuatro raíces. "Primero fue creado el hermano negro al que convirtió en el custodio del agua, después creó al hermano rojo y Dios le dio la misión de cuidar de la tierra, sus cosechas y sus moradores, luego creó al hermano Amarillo y a él le enseñó a conocer la energía en todas sus formas y sus propiedades y por fin hizo al hermano más joven, el blanco al que le dio la capacidad de la invención, a cada
uno le dio lugares diferentes para vivir y les ordenó evolucionar separados para que en el nuevo Sol, se encontraran todos de nuevo y compartieran unos con otros sus conocimientos, sus artes, sus filosofías, sus mejoras técnicas y así crear un auténtico "ser humano", el hombre marrón que uniría en él todas las cualidades de sus antecesores".
No fui consciente del tiempo que nos mantuvimos en silencio, pero él respetó el fluir de mis pensamientos; se percató de que ya había vuelto a la realidad del frío del porche de la cabaña, cuando con desconcierto le miré a los ojos sonriendo.
-Ahora lo has entendido. Cada uno de nosotros es bueno en lo suyo y en su ambiente, pero si yo salgo de mi entorno, de entre mi gente, no voy a poder comunicar lo que mi corazón sabe, porque yo no uso ni conozco vuestras mismas palabras, no poseo el conocimiento de vuestras raíces culturales, ¿Como haré que un blanco me atienda, si no tengo eso a lo que tanta importancia le dais?
Le miré, ¿que era eso?
>>Yo no puedo corroborar que ser natural es lo correcto con que estudios o pruebas científicas lo apoyo; pero lo más importante es utilizar sus propias palabras y saber adaptar a nuestra manera de ser y vivir, la totalidad del conocimiento.
Entendía bien lo que me estaba diciendo, si yo soy capaz de tener claros los conceptos puedo hacerlos comprensibles con ejemplos en los que poder adaptar a nuestra forma de ser las otras realidades y así poco a poco ir cambiando, ir adaptándonos a lo armonioso, a lo auténtico. Era algo así como aceptar la llegada de la Nueva Era y del hombre de Acuario. Siempre girábamos sobre las mismas ideas aunque desde distintos ángulos; pero porque yo. Me atreví a preguntárselo.
-Oye Tlahtoani, pero ¿porqué yo?, no soy más que una persona normal, ¿porque no un actor o un político?
Sonrió.-Tú como ser humano tienes un preciado Don, los budistas creo que le llaman Dharma, regalo Divino.
Esperó a que yo asintiera con la cabeza a su aclaración budista, estaba impaciente y asentí mecánicamente.
>>Ese Don es el de la palabra, cuando tu cuentas cualquier hecho la gente presta su atención en ti, escuchan tu relato, tu historia les llega, pero además del Don de la comunicación posees el Don de la fácil comprensión, sabes traducir lo inexplicable, lo complejo en imágenes gráficas que luego transformas en ejemplos de vida cotidiana, haciendo así fácil, lo difícil. Eso es lo que te convierte en necesaria para todos nosotros.
Me sonó muy bien lo que me decía, pensé que era cierto, pues desde muy pequeña cuando contaba historias a mis amiguitos, todos estaban atentos y silenciosos, incluso fue mi primer negocio; los papás de los más revoltosos me daban dinero por tenerlos quietos y callados con mis relatos, también era cierto que más tarde en el instituto yo era la que entendía las Matemáticas, con gran facilidad y eso hacia que se las razonara e hiciera entender a mis amigos. Pero de ahí a tener una misión con la raza humana o un deber con otras culturas me parecía una estupidez.
Tlahtoani estaba muy receptivo a mis reacciones y silencios, por eso siguió sin esperar a que yo le respondiera.
>>El hombre blanco está madurando y va buscando en todas direcciones enseñanzas que calmen su sed de conocimiento, pero nosotros no estamos aún preparados para comprenderle, hay aún demasiado dolor en nuestros corazones, por ese motivo son necesarios "sujetos" que puedan tener el conocimiento, la cultura del hombre blanco y el corazón y la sabiduría del indígena. Solo así las enseñanzas podrán sembrarse en ambas direcciones, tu, tus razonamientos y tu respeto y digo respeto, no compasión, ni sentimientos de culpa hacia nosotros, si no respeto por el conocimiento que te podemos transmitir, respeto por nuestras costumbres, respeto por nuestra manera de ser, hacen que creamos en el Nuevo hombre blanco, así también nuestro corazón cicatrizará y podrá surgir ese nuevo "ser humano" en el planeta Tierra.
Muy seria, pero también asustada, respondí a sus argumentos.
-Yo me he acercado durante años a todas las filosofías, religiones y culturas que me ha sido posible por mi necesidad de búsqueda, primero no sabía que buscaba, ahora lo se, era la armonía interna.
Las culturas "Chamánicas" me comenzaron a ofrecer algo de esa armonía, pero luego vi que era muy difícil vivir con filosofía chamánica en medio de una ciudad, pues cuando regresaba de un monasterio o de un largo viaje, llegaba llena de armonía, pero luego duraba poco y eso me frustraba más. Sabía pensar en positivo, era consecuente con mis pensamientos pero me desarmonizaba, y decidí vivir una vida "normal" como los demás sin complicármela y ahora lo que me pides me parece absurdo...
El Chamán, no me dejó terminar
-Vivías una vida en contra de ti misma, has llegado aquí huyendo de todo. Sabes que no eres feliz. El equilibrio se mantiene siendo "Natural", la ciudad es una gran selva, cambia los árboles altos por los rascacielos, al final está igualmente el cielo, los animales salvajes por el depredador más voraz que es el hombre masificado, el hambre por el stress, la enfermedad de la ciudad por los caprichos de la naturaleza. Aprende a ser el cazador y no la presa y mantendrás la armonía. No me prometas nada, solo aprende, observa y asimila, luego si tu lo deseas, todo se colocará en su lugar y serás un emisario más del hombre Natural. Es así de sencillo, confía en la vida, fluye por el río, no crees resistencias, recuerda que eso te enseñó Silva sobre la enfermedad.
En mi mente resonó la palabra "Natural", eso era, ellos no eran salvajes ni indígenas sino seres naturales, vivían bajo los ciclos de la naturaleza los entendían y convivían con ellos, ahí residía la armonía y eso era fluir, ¡que difícil concepto!. En todas las creencias te enseñaban a fluir con la vida a creer que ella te protegía y no había forma de asimilar ese concepto, ahora lo había entendido, dejé de luchar en mi interior, decidí que mi cabeza y mi corazón iban a estar en el poblado los días que durara mi aprendizaje, tal vez debía decir Iniciación, un escalofrío me recorrió la columna; Me reafirmé, si aceptaba fluir, aceptaba vivir.
Tlahtoani besó mi mejilla y me entregó unas hierbas.
-Tómalas en infusión, te ayudaran a descansar y deshincharán tu cuerpo, te prepararán para el ritual de Ayahuasca. Mañana al amanecer te recogerá Wahchewin, el hombre medicina sioux, prepara tu mente con la oración. Vístete cómoda para poder correr, andar y sentarte a meditar, bebe solo agua y estas hierbas hasta finalizarlas, no debes comer nada que no te sea dado por uno de los "sabios". Te dejo mirando el cielo, pero descansa.
Asentí con la cabeza, cogí las hierbas, le vi alejarse lentamente y me levanté para entrar en la cabaña. Preparé la infusión no sin cierto reparo, era sabrosa. Me acosté, por mi cabeza desfilaron un montón de recuerdos y reflexiones.

Si deseas ver todos los libros de Helen Flix lo puedes hacer en su página web  www.helenflix.com
Saludos